miércoles, 23 de noviembre de 2016

Marx era de Ciudadanos

La caradura del modelo neoliberal cada día es más orwelliana. La “neolengua” de “1984” llega a los libros de texto, a los diccionarios de historia. Llenan el metro de Madrid de fotos de corruptos o fascistas presentándolos como padres de la patria, hacen morir a Lorca de muerte natural en Granada o mandan a Machado a morir a Francia en un viaje de placer con los suyos. Ahora, la editorial Santillana dice en un libro de Bachillerato que Marx fue un enamorado del capitalismo. Vamos, que si por él fuera le pondría un monumento. Se les ha olvidado eso de trabajadores del mundo uníos, aquello de que un fantasma recorre el mundo, y, por supuesto, lo de que el capitalismo engendra sus propios sepultureros, esto es, los trabajadores. Porque la historia, empieza el Manifiesto, es la historia de la lucha de clases. Porque Marx pensaba en términos históricos. Y no usaba la historia para justificar el presente. No hacía “neolengua”. Por eso lo seguimos leyendo hoy, con sus aciertos y sus errores.

Marx pensó la historia según las pautas de Hegel. La tesis genera en su seno la antítesis y esa contradicción se supera en la síntesis, un salto superior (la Aufhebung) que inaugura un tiempo donde el espíritu se ha desplegado. El capitalismo lucha contra el feudalismo superando esa etapa y abriendo nuevo caminos y también nuevos problemas. La política de precios baratos -la industria frente a la artesanía- derriba cualquier muralla china, dicen Marx y Engels en El manifiesto comunista. Pero antes han privatizado los bienes comunales, obligado a millones a proletarizarse, a vivir del salario que consigan. Que, dicen, suele estar en el límite de la subsistencia. Capitalismo y pobreza vienen de la mano. El desarrollo de la economía revienta las costuras de los acuerdos sociales y se alumbra una nueva etapa. Donde los que mandan intentan conservar sus privilegios. El burgués, que ejerció de progresista contra el señor feudal y el monarca absoluto, es una lacra contra el trabajador que exige que se le pague el fruto de su trabajo. El empobrecimiento dickensiano está en el Manifiesto. Por eso el comunismo daba miedo: porque recordaba que la gente pobre, en la revolución no tenía más que perder que sus cadenas.

Pero la editorial Santillana entiende que estas cosas no son relevantes. Habrá que leer el texto entero. Aunque ocurre como con las faltas de ortografía: cuando se repiten mucho al final no sabes si se escribe injerencia o ingerencia. La editorial Santillana dice que el capitalismo excitaba a Marx. Será por eso que se gastó todo el dinero recibido por una herencia para comprar armas a los Comuneros de París de 1871.

Por envenenar el alma de los jóvenes hicieron beber cicuta a Sócrates. La editorial Santillana se forra por sus contactos con el poder y por escribir estas cosas. Lo de la cicuta es excesivo. Pero seguro que entre eso y no hacer nada… Luego nos llamarán enemigos de la libertad de expresión.

                                                                  Juan Carlos Monedero | Comiendo tierra | 22 noviembre, 2016

Jorge Fernández Díaz, el último excremento del PSOE

Cuando el PSOE se mira al espejo siente que la imagen que ha contemplado durante los últimos cuarenta años, una exquisitez sazonada en una gran mierda de elefante (blanco), no es la que este le devuelve. Ello le genera unas terribles contradicciones, casi contracciones, y hasta estreñimiento, algo así como un batalla de retortijones en un retrete del que parece que ya no va a ser capaz de salir (no sé el motivo por el cual cuando pienso en el PSOE termino irremediablemente en lo escatológico).

Pasa que el mundo se resquebraja, al menos eso parece, y la imagen que hasta hace poco nos proyectaban, tanto El País como el Grupo Prisa, de los socialistas era la de algo selecto extraído de una gigantesca mierda de elefante (blanco), como fue la dictadura. Para quien no lo sepa, no es en absoluto un insulto, aunque bien podría serlo. El café de la mierda de elefante es el ‘oro negro’ de Tailandia, para ser exactos los granos de café que se extraen manualmente de los excrementos de elefante. Una taza de Black Ivory Coffe cuesta setenta dólares, lo que no es de extrañar pues Blake Dinkin, su inventor, necesitó nueve años de duras investigaciones hasta conseguir un café de sabor, no cabe duda, inigualable. Por cada kilo de este selecto café se necesita que cada elefante ingiera treinta y tres kilos de café y, claro está, una persona que esté pendiente de la defecación para recoger los granos del mismo. Total, una excentricidad, una gilipollez del tamaño de los paquidermos a los que se obliga a semejante dieta.

Ese fue el PSOE durante mucho tiempo: los granos de café de un enorme excremento que era presentado como un producto único en el mundo. Y lo era. Y lo es. Y El País y el Grupo Prisa fueron y son la ‘recolectora’ que esperaba durante horas la llegada del valioso excremento para extraer el café, empaquetarlo y presentarlo en una forma exclusiva.

Pero ¿qué se necesita para que un fulano, una mengana o ambos paguen 70 dólares para degustar una taza de café que ha sido recogida manualmente en una inmensa boñiga de elefante? Es decir, ¿qué se necesita para que una persona sea capaz de votar al PSOE surgido del Régimen? La respuesta es sencilla: un potente grupo mediático cuyo objetivo sea conseguir que el Blake Ivory Coffe sea el más deseado de todos los cafés, se convierta en tendencia o, incluso, simbolice en sí mismo una seña de identidad. Como cuando la gente caminaba por las calles con El País en las manos pensando que ello le identificaba como una persona progresista, aunque la realidad fuera que El País lo fundó Manuel Fraga (es decir, procede de la mierda de la dictadura igual que el ‘oro negro’ procede de kilos y kilos de heces de elefante), y sucede que los granos de café son granos de café, ya se los coma y los defeque un elefante, una tortuga o un rinoceronte.

El problema llegó con la generalización de internet y las redes sociales y aquello de la mierda del café o el café de mierda empezó a sabernos y olernos mal a muchos, igual que aquello del PSOE de la cal o la cal de PSOE escamó a más de uno. Empezamos a entrar en detalles, aunque el asunto fuera y sea escatológico a más no poder, y muchos empezaron a pensar que pagar 70 dólares por una taza de café evacuado por un elefante era una supina estupidez, aunque El País lo presentara como el acto más progresista que existía. Por suerte, ahora la gente piensa en el PSOE con desencanto, indiferencia o asco (aunque algunos lo sigan consumiendo), porque se dan cuenta que solo es café expelido por el ano de un elefante…

Es decir, observan al PSOE otorgando el gobierno al PP y repartiendo las comisiones con los populares como en la dictadura los vencedores se repartían el botín de guerra; después comprueban que protegen a Jorge Fernández Díaz, un infame exministro e hijo de un conocidísimo alto mando militar de la represión franquista en Barcelona; más tarde recuerdan las toneladas de mierda vertida durante los últimos cuarenta años y terminan por percatarse de la cruda realidad: el PSOE solo es un producto defecado por el Régimen, recogido por Cebrián y vendido en los mejores establecimientos de El País y el Grupo Prisa. Solo es un Blake Ivory Coffe, solo es una enorme defecación de elefante, y su última mierda convertida en café se llama Jorge Fernández Díaz… Por cierto, a setenta dólares la taza.

                                                                     Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra