viernes, 22 de septiembre de 2017

Pablo Iglesias con Julio Anguita (ENTREVISTA) MAGISTRAL

Presos políticos en la España de Rajoy - Juan Carlos Monedero

Demasiadas opiniones sobre Catalunya están marcadas más por el miedo a que te coloquen en alguno de los bandos en disputa que por la voluntad de defender una idea y hacerla valer. Cuanto tanto pensamiento está siendo rehén del miedo a que te encasillen en uno de los lados de la trinchera, mal asunto para la democracia. Sin embargo, el grueso de la ciudadanía ha encontrado llenas de sensatez las opiniones conjuntas de las alcaldesas de Barcelona y Madrid, Ada Colau y de Manuela Carmena, pidiendo diálogo, democracia, votar y un proceso constituyente. Sobran políticos que monologan y sobran periodistas y tertulianos que repiten en una cacofonía chirriante esos monólogos en bucle.

La situación actual en el estado español, que va tomando tintes surrealistas, ha sido creada tanto por la decisión unilateral del gobierno de Puigdemont de desconocer las leyes, como por la cerrazón del PP desde, al menos, el momento en que Rajoy salió a la calle a recoger firmas contra el Estatut catálan, que había sido aprobado por el Parlament catalán, el Parlamento español y ratificado en referéndum.

Como ocurre siempre con las cosas de la patria (que es cosa religiosa), se ciega la razón y el vientre ocupa el espacio central a la hora de tomar de decisiones. Las tertulias y redes de opinión de Madrid están siendo responsables de buena parte del ruido que se crea. Hay periodistas (también hay mercenarios) e incluso profesores (a los que se les presuponen lecturas y capacidad de reflexión) que en vez de ayudar a poner sensatez, echan más gasolina, por las razones que sea, a un ambiente que otros querríamos más sosegado.

Entre las afirmaciones con poco fuste que se están sosteniendo está la de los que critican que se hable en España de “presos políticos”, un recordatorio hecho por Pablo Iglesias. Vaya, que si Junqueras o Puigdemont terminan en la cárcel es por idénticas razones por las que están entre rejas los ladrones de la Gürtel o la Púnica, los violadores o maltratadores, los violentos, enemigos de lo ajeno o irresponsables que matan a alguien por conducir borrachos. Es evidente que el Gobierno de Puigdemont está incumpliendo la ley. Igual que los que repartían panfletos en las fábricas durante el franquismo, los que militaban en partidos políticos en la clandestinidad o los que nos opusimos al servicio militar obligatorio y a la prestación social sustitoria. La diferencia es que quebrábamos la ley por razones políticas. Queríamos cambiar las cosas y el Estado no nos escuchaba. Negar la condición de presos políticos es una cuestión de ignorancia o de falta de respeto a las reglas de la democracia. Porque en democracia, la legalidad no es lo mismo que la legitimidad. Lo contrario lo defendía Carl Schmitt, el jurista nazi por excelencia. Para que dejes de sentarte como negra en la parte de atrás de los autobuses tienes que quebrar la legalidad.

Lo que no puedes hacer es ir contra la leyes vigentes cometiendo actos ilegítimos, principalmente usar la violencia. Gracias a la desobediencia hoy votamos, ha aumentado la igualdad de la mujer, tenemos educación y sanidad públicas, pensiones, los niños no trabajan y los patrones no pueden hacer lo que les de la gana con sus empleados. Aunque hay gente que también quiere dar marcha atrás a la historia en estos asuntos.

No soy independentista, porque creo que hay soluciones más luminosas para el encaje territorial en una España que es una nación de naciones. Los antepasados recientes de millones de catalanes y catalanas no pueden ser extranjeros en la tierra de sus hijos y sus nietos. No debiéramos ser tan obtusos. Vamos hacia fórmulas federales reales o nos vamos a romper. Y la principal culpa la tenemos los que no somos capaces de hacer valer esa España de Lorca, de Torrijos, de Manuela Malasaña, de María Zambrano, de las 13 Rosas, de Buñuel, Alberti, Manuel de Falla, García Pelayo, Riego, Cervantes y toda la gente que se levanta todos los días para trabajar, cuidar de su familia, ser decentes.

Sé que el gobierno de Puigdemont está fuera de la ley. Pero también sé que está fuera de la ley el Gobierno de Rajoy que ha ganado las elecciones con dinero negro provenientes de contratos públicos fraudulentos. Con una Constitución que fomentara más la participación, el gobierno de Puigdemont estaría dentro de la ley. Pero el PP seguiría fuera de una Constitución que garantizara el derecho de expresión, de reunión, la división de poderes, la limpieza de las elecciones y unas reglas de juego justas e iguales para todos. 800 cargos del PP están imputados por corrupción.

Para los que están negando que las detenciones de miembros del gobierno de la Generalitat son presos políticos, les recuerdo lo que decía la Ley de Amnistía de 1977. En su artículo primero sancionaba:

I. Quedan amnistiados:

a) Todos Ios actos de intencionalidad política, cualquiera que fuese su resultado, tipificados como delitos y faltas realizados con anterioridad al día quince de diciembre de mil novecientos setenta y seis.
b) Todos los actos de la misma naturaleza realizados entre el quince de diciembre de mil novecientos setenta y seis y el quince de junio de mil novecientos setenta y siete, cuando en la intencionalidad política se aprecie además un móvil de restablecimiento de las libertades públicas o de reivindicación de autonomías de los pueblos de España.
Y continuaba en el Artículo segundo:
En todo caso están comprendidos en la amnistía:

a) Los delitos de rebelión y sedición, así como los delitos y faltas cometidos con ocasión o motivo de ellos, tipificados en el Código de justicia Militar.

b) La objeción de conciencia a la prestación del servido militar, por motivos éticos o religiosos.

c) Los delitos de denegación de auxilio a la Justicia por la negativa a revelar hechos de naturaleza política, conocidos en el ejercicio profesional.

d) Los actos de expresión de opinión, realizados a través de prensa, imprenta o cualquier otro medio de comunicación.

e) Los delitos y faltas que pudieran haber cometido las autoridades, funcionarios y agentes del orden público, con motivo u ocasión de la investigación y persecución de los actos incluidos en esta Ley.

f) Los delitos cometidos por los funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas.
Es curioso, que en la recuperación de la democracia se amnistiaron precisamente los mismos delitos por los que hoy el PP está encarcelando a personas. En democracia. Con el PP en España vuelve a haber presos políticos. Se hace urgente una Transición que solvente todos los problemas que aún quedan abiertos. Antes de que el PP nos regrese a ese lugar de donde proviene.

martes, 19 de septiembre de 2017

EL TRIUNFO DE LOS MEDIOCRES - ANTONIO FRAGUAS DE PABLOS (FORGES)

Quienes me conocen saben de mis credos e idearios. Por encima de éstos, creo que ha llegado la hora de ser sincero. Es, de todo punto, necesario hacer un profundo y sincero ejercicio de autocrítica, tomando, sin que sirva de precedente, la seriedad por bandera.

Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes, con una huelga general, o echándonos a la calle para protestar los unos contra los otros.

Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. 

Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel.

Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre.

Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente.

Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan, alguien cuya carrera política o profesional desconocemos por completo, si es que la hay. Tan solo porque son de los nuestros.

Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre, reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.

- Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura.

- Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un solo presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional.

- Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir, incluso, a las asociaciones de víctimas del terrorismo.

- Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado.

- Mediocre es un país que tiene dos universidades entre las 10 más antiguas de Europa, pero, sin embargo, no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.

- Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas.

- Mediocre es un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada.

- Mediocre es un país en cuyas instituciones públicas se encuentran dirigentes políticos que, en un 48 % de los casos, jamás ejercieron sus respectivas profesiones, pero que encontraron en la Política el más relevante modo de vida.

- Es Mediocre un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.

- Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.

- Es Mediocre un país, a qué negarlo, que, para lucir sin complejos su enseña nacional, necesita la motivación de algún éxito deportivo.

domingo, 3 de septiembre de 2017

Sólo titulares - Jaime Richart, Antropólogo y jurista

Nadie negará que la ciudadanía debe reaccionar de diversas maneras frente a los abusos, las mentiras, los engaños, la incompetencia y los delitos de sus dirigentes conocidos por las vías policíaca y periodística, con independencia de lo que dictamine luego la justicia ordinaria. De momento, para retirarles su confianza y negarles su voto.

Pero también vemos que lo mismo que la banca, el comercio, la política, la justicia y la religión rápidamente pierden crédito aunque tengamos que soportarles, cada día que pasa el periodismo es menos digno de confianza. Pero es lo que hay. Por eso creo que la ciudadanía debe reaccionar también frente a los abusos del periodismo, pues en general el periodismo español no está libre de contaminación. El mismo propósito de contarnos con todo lujo de detalles cada noticia -a menudo sospechosa de estar manipulada- es una variedad de corrupción. Y lo es, es corrupción, primero porque con frecuencia el periodismo predominante es hostil a quienes llegan de la nada para impedir que al frente de la nación sigan gobiernos indeseables, haciéndose de ese modo cómplice de quienes debieran estar en la picota o postergados; y segundo, porque la sobrecarga de detalles aportados sensacionalmente a la noticia sigue la senda de la obscenidad televisiva de los programas mal llamados “del corazón” al estar mucho más cerca del culo... Todos los culebrones de cualquier clase, sean novelísticos o de corrupción política, más que interesar al ciudadano sano, le estragan y le entontecen. El otro argumento, el que afirma que los brinda porque al lector y al televidente les interesa, es demagogia pura. Pues si el periodismo tiene responsabilidad en lo que es su oficio, la información veraz, no la tiene menos en la conformación psicológica y mental de la ciudadanía. Sin embargo, su protagonismo desmesurado y su nulo recato al fabricar noticias de consumo, a duras penas está frenado por una deontología cada vez más permisiva. Además, a diferencia de la corrupción política que se remedia más fácilmente legislando para impedir la reelección (es preciso que recordar que el grueso de la corrupción en España se debe a décadas de políticos invariables e inevitables en las instituciones, que están ahí no por su competencia sino por su descaro y sus intereses soterrados), la corrupción periodística es mucho más difícil de erradicar, pues es estructural.

¿Que hubo un atentado en Barcelona? Bástenos con la noticia. Esperemos luego para ver a quién atribuyen los jueces ese otro atentado ignominioso. Pero despreciemos los pormenores, como debiera sernos indiferentes los detalles de una trifulca de pareja...

Lo que nos incumbe es limitarnos a “saber” los titulares. Abstenernos de la escabrosidad de pormenores generalmente trufados por una especie de ingeniería periodística asociada a otra de carácter comercial y no dejarnos arrastrar por el placer morboso, enfermizo, patológico que hay tras cada noticia, es lo saludable: lo que hay que hacer. Es impropio tanto de una sociedad como de una persona madura buscar un pasatiempo en el relato extenso de una infamia o de una truculencia, sean del orden que sean. En el fondo poco varían unas de otras. Lo que viene después del titular siempre es más o menos lo mismo.

Así es que si queremos pensar por cuenta propia y no por el sensacionalismo y por la mediación del mal periodista, ése falto de rigor, que maneja fuentes sospechosas, que carece de voluntad de neutralidad, empeñado en hacer circular libelos e ideas, las suyas o la de grupos más o menos concertados, para impedir la progresión política y asegurarse que todo siga más o menos igual, creo que es cada vez más necesario limitarnos a leer los titulares.

Cultivemos la tranquilidad y evitemos la intoxicación permanente. No se puede uno imaginar a ciudadanos con criterio, que siguen los pasos que les marcan otros. Otros que además no sobresalen precisamente por su moderación y por su prudencia, sino por su enfermiza provocación, por su intolerancia, por su bravuconería, por sus intereses bastardos y por creer que tienen razón porque defienden verdades que suponen de granito: dogmas, intransigencia, imposibilidad de diálogo, imposiciones: lo de siempre...