lunes, 28 de mayo de 2018

La ficción del PSOE

Probablemente, el mayor problema del Partido Socialista Obrero Español es que hace mucho que no es socialista, pero mucho. Aunque no es menor que ya nadie se crea lo de obrero. Así que lleva ya mucho tiempo, desde bastante antes de que cayera Zapatero, siendo sencillamente un Partido Español, que es lo que permanece cuando se te caen la S y la O.

Mientras ZP pudo poner en marcha algunas llamémosles “medidas sociales” se mantuvo la ficción. Sin embargo, la base de su actuación no se centra en lo que el PSOE ha hecho (aunque ganas me dan de recordar a Solchaga y a Boyer) sino en lo que no ha hecho. Esto es lo que no ha hecho: terminar con el franquismo que permanece en la sociedad y en la economía española y que penetra partidos políticos, bancos, grandes empresas, medios de comunicación y el sistema educativo.

Un momento de hace un par de meses para ilustrarlo:

El pasado 2 de abril el PSOE pedía en el Senado la ilegalización de la Fundación Francisco Franco. Con ello no hacía sino poner en evidencia que ni en los catorce años de gobierno de Felipe González, ni en los siete de Zapatero, se habían tomado la molestia de hacerlo, ilegalizarla ellos.

Pero es que solo dos semanas antes, el 20 de marzo, el PSOE volvía a pactar con el PP no revisar ni modificar la Ley de Amnistía de 1977. O sea, pactaba de nuevo y por tercera vez, no juzgar ni siquiera los crímenes de lesa humanidad de la Dictadura, tal y como lleva años reclamando la ONU. Gracias a eso ahí siguen paseando tranquilamente cómplices de asesinato, torturadores, ladrones de niños…

Y ahí, precisamente ahí, es donde se encuentra la podredumbre que une al PSOE con el PP en un maldito matrimonio indisociable: en su soterrado y continuo apoyo al franquismo que permanece. Evidente sobre todo ahora que la ficción del bipartidismo ha caído por su propio peso.

En este mismo sentido, cabe también recordar cómo el PSOE en pleno se ausentó del Congreso de los Diputados, junto al PP, el día en que los familiares de represaliados republicanos visitaron la Cámara, hace solo tres años y medio, el 10 de diciembre de 2014.

Ignorancia católica

Todo lo anterior en cuanto al franquismo. Capítulo aparte, y durísimo, por cierto, supone su absoluta connivencia con la acción de latrocinio y construcción de ignorancias de la Iglesia católica, cuyo relevante papel en la educación (con más 5.000 millones de euros de dinero público ¡al año!) destroza cualquier posibilidad de igualdad en todos los sentidos, por sobre todo de género y clase.

Me declaro absolutamente incapaz de entender cómo, cuarenta años después, los socialistas tienen la indecencia de defender que no se juzguen los crímenes de torturadores y asesinos franquistas. Y absolutamente incapaz de entender, cómo cuarenta años después, siguen protegiendo el expolio llevado a cabo por la Iglesia católica y la implantación de su educación en la desigualdad, la ignorancia, las vírgenes y las llagas.

En realidad, sí lo entiendo, en lo referente a sus dirigentes. Hay que recordar José Bono considera que “los votantes del PSOE y del PP tienen menos diferencias entre sí que sus dirigentes”. Lo que no comprendo, no comprendo de ninguna de las maneras, es cómo las bases permiten todo lo anterior y por qué siguen apoyándoles en dicha infamia.

Luego ya un día hablamos de su apoyo a la Corona y su destrucción de cualquier idea de República, que el tema merece artículo aparte.






Cristina Fallarás
Periodista


(*) Dedicado a Alfoso Guerra, el siniestro tocador de Mahler.

jueves, 17 de mayo de 2018

La democracia puede desvanecerse de la noche a la mañana



Múltiples y muy claros síntomas apuntan a un camino que conduce al fascismo. La versión fascismo siglo XXI. Y a una creciente campaña para su normalización.

España es un país proclive a esa tendencia. Un artículo de The New York Times se preguntaba hace unos días por qué se están rompiendo tantas democracias y citaba en la primera frase a nuestro país
Desde el 11M a hoy, se capta la mitad del mensaje. Cada vez que España tiene un problema serio, se va más a la derecha. Y a una sociedad más banal, más perdida.

Dejemos de llorar por el 15M. Dejemos de pensar en lo que puedo ser y no fue, porque lo que hoy amenaza nuestro presente aterra. Dejemos de llorar por la leche derramada dado que estamos en trance de verter lágrimas de dolor irreparable. Múltiples y muy claros síntomas apuntan a un camino que conduce al fascismo. Con algunos matices diferentes, la versión fascismo siglo XXI. Y a una creciente campaña para su normalización. Algunos de sus exponentes están ya en la agenda mediática. Y en los propios medios incluso. 
La ultraderecha actual viene envuelta en modelos de diseño y una vaciedad de mensajes que se inscribe en lo pueril. Es lo que cuadra a la sociedad, a una parte de la sociedad, que se ha dejado formatear a esa misma imagen. El cuñadismo al poder que podría caer en la tentación de saltarse buena parte de los procesos imprescindibles en democracia. Abusar de los atajos, de las fakenews que al mismo tiempo dicen combatir en un redoble del cinismo. Temibles sus señalamientos y su irresponsabilidad. Trump es el prototipo, pero no está solo. El modelo se está expandiendo y brotan esquejes por medio mundo. En Europa. En España. Sin reparar en la extrema peligrosidad del fenómeno. 
Nuestro país es proclive a esa tendencia. Un artículo de The New York Times se preguntaba hace unos días por qué se están rompiendo tantas democracias y citaba en la primera frase a España: “Italia, Polonia, Hungría e incluso España: la democracia europea está en ruinas”. Luego venía un listado de los habituales.

Una de las razones fundamentales -explicaban los autores y lo comparto completamente- está en el poso que dejan las dictaduras. “Más de dos tercios de los países que han pasado a la democracia desde la Segunda Guerra Mundial lo han hecho bajo las constituciones escritas por el régimen autoritario saliente”, dicen. En esas circunstancias han procurado salvaguardar a las élites y darles una ventaja en política y en competencia económica. “Para lograr estos fines incluyen factores como el diseño del sistema electoral, los nombramientos legislativos, el federalismo, las inmunidades legales, el papel de los militares en la política y el diseño del tribunal constitucional”.

En este contexto y con una severa recesión económica puede ocurrir que “el descontento ciudadano cristalice en furia e incite a los votantes a expulsar en masa a los partidos políticos tradicionales”. Y “conducir finalmente a la desaparición democrática” cuando los actores principales de la política apelan a la demagogia.

En España, clavan el diagnóstico. Nosotros tenemos viejos y nuevos entusiastas adictos a la demagogia. 
El sustrato antidemocrático, impregnado de corrupción, nos lleva a asistir a hechos espeluznantes que no hubieran sido admitidos hace bien poco. No en el famoso 11M del 11. Ahí tenemos vigente y renacido un Ducado de Franco que se están comiendo todas las élites y que, como decía nuestro compañero Carlos Hernández, no será tan difícil de suprimir cuando Felipe VI le quitó a su hermana y a su cuñado el Ducado de Palma. Es un conjunto inmenso donde el viejo franquismo y la eterna ultraderecha sientan sus reales sin el menor pudor. Un sector de la justicia se muestra tuerta al enjuiciar sus atropellos.

Es un país en donde está a punto de entrar en la cárcel una persona por cantar. Se juzga a una revista por un chiste. A la mínima –y a causa de las reformas que votaron y no retiran PP, PSOE y Ciudadanos- cualquier cosa puede ser considerada terrorismo. Es un país en el que el bocazas mayor del reino propone desde los micrófonos bombardear Barcelona, atentar en Alemania, o descargar una escopeta sobre políticos que le cae mal, en total impunidad.

Es un país en el que los líderes de Ciudadanos, Rivera y Arrimadas en cabeza, presionan para saltarse la voluntad de la mayoría de los catalanes y los propios mandatos constitucionales y no solo seguir sino intensificar la soga del artículo 155 en Catalunya. Pedro Sánchez, reunido con Rajoy, se apunta al tutelaje. Se ha mostrado dispuesto a activar el 155 con contundencia, si el Govern toma el camino de Torra y a mantener el control de las cuentas públicas de la Generalitat . Desde el PSOE, Pepe Blanco propone que Rajoy nombre presidenta a Arrimadas (el gran plan del sistema) porque es "lo normal". ¿En serio no chirría todo esto a los demócratas? 
Denunciarlo no es apoyar las ideas y los excesos del nuevo presidente catalán, Quim Torra. O cualquier disyuntiva excluyente entre blanco o negro. Salvo la que preserva valores fundamentales como la verdad, la justicia, la democracia. Precisamente los que no admiten medias tintas. El problema es que la torpeza malintencionada actual no entiende o no quiere entender que el maniqueísmo se supera al término de la infancia. Esta puede ser la gran falla de base que nos está conduciendo a un futuro realmente temible.

Hablamos ya un día de El cuento de la criada (The Handmaid's Tale), publicado por la escritora canadiense Margaret Atwood en 1985, y renacido en 2017 al convertirse en serie de televisión. En una nueva introducción, la autora apunta ideas clave: “Como nací en 1939 y mi conciencia se formó durante la Segunda Guerra mundial, sabía que el orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana”. Asegura que no sirve decir “esto aquí no puede pasar”. Porque, “en determinadas circunstancias puede pasar cualquier cosa en cualquier lugar”.

Cita Atwood los temores que suscitó Trump desde que puso el pie en la Casa Blanca. Con él se instaló “la percepción de que las libertades civiles básicas están en peligro junto con muchos de los derechos conquistados por las mujeres”. Porque “las mujeres y sus descendientes han sido la piedra de toque de todo régimen represivo de este planeta” a lo largo de la historia. No ocurre solo en EEUU ni mucho menos. Repasen la lista de las democracias en ruinas.

Añade la autora de El Cuento de la Criada que “muchos regímenes totalitarios han recurrido a la ropa -tanto prohibiendo unas prendas, como obligando a usar otras- para identificar y controlar a las personas. Así resulta mucho más fácil señalar a los herejes”. No pienses en amarillo, se podría añadir. Usa rojigualda en bandas anchas o estrechas.

Ve Margaret Atwood al alza –también- “la proyección del odio contra muchos grupos”. Muchos. Los extremistas solo ven odio en el odio ajeno. Y no olvida hablar de la complicidad con la tiranía de algunos entre las propias víctimas. Los que aceptan la merma de sus derechos a cambio de una cierta protección.

La democracia, toda tu vida, se puede ir al traste en un momento, en cualquier momento. Te pueden matar a sangre fría en una protesta cuando se abre una cadena de resultados previsibles. Eligen a Trump, un necio, ególatra y malintencionado. Por sus intereses personales cambia su embajada a Jerusalén en el polvorín israelí. El Ejército mata a 49 palestinos. Hiere a más de 2.400. Así, precisamente, triunfaba la involución en El Cuento de la Criada.

El principal valor de escribirlo ayuda a que no se cumpla, dice Margaret Atwood, quizás para alentar la esperanza. A buscar resortes para salir de ese canal de bordes elevados que nos impide ver el conjunto y el rumbo, desde luego.

En 2011, una gran parte de la sociedad española entendió, tras la indignación de las plazas del 15M, que no debía votar otra vez al gobierno del PSOE. No atendió tanto a la segunda parte del enunciado: tampoco al PP. Y así le dio mayoría absoluta. Manos libres para cuanto quiso y quiere hacer.

Ahora mucha gente va comprendiendo que el diluvio de destrozos, insultos y desfachatez del PP hacen insostenible su gobierno. Y se disponen a solucionarlo –dicen las encuestas y los medios, dicen, dicen que no sé yo- entregando el poder a Albert Rivera y sus Ciudadanos. Cada vez que España tiene un problema serio, se va más a la derecha. Y a una sociedad más banal, más perdida.

ZONA CRÍTICA,Rosa María Artal.

viernes, 11 de mayo de 2018

Europa no espera y por supuesto no para

Europa no espera y por supuesto no para. El corredor del Mediterráneo irá desde el norte de Europa a Italia, perjudicando a todos los puertos y centros logísticos de España. ENHORABUENA PPSOE & Cs. SEREMOS MÁS ÁFRICA QUE EUROPA GRACIAS A TODOS LOS CORRUPTOS INÚTILES DE LA GRANDE Y LIBRE QUE NO HAN ESTADO POR LA LABOR.

CUANDO cayó el Muro de Berlín, Europa comenzó a reparar sus redes de transporte este-oeste divididas. Un tren revivido de París a Moscú anunció la nueva era. La estación principal de la catedral de Berlín, inaugurada en 2006, se convirtió en el nuevo centro neurálgico del continente. Pero los viejos cuellos de botella norte-sur vuelven a ser el centro de atención. De los nueve "Corredores de la red central" actualmente destinados a la inversión de la UE, seis son más verticales que horizontales. 
El eje central de esta estrategia es el "corredor escandinavo-mediterráneo" desde Suecia y Finlandia, pasando por Dinamarca, Alemania, Austria e Italia hasta Malta en el sur. Este programa, financiado conjuntamente por la UE y los estados miembros, incluye la electrificación ferroviaria, la modernización portuaria y los dos proyectos de ingeniería más grandes del continente. El mayor progreso ha sido en el extremo norte de la ruta. El enlace de Oresund, un enlace de 16 km de carretera y ferrocarril, puente-túnel entre Malmo y Copenhague que se inauguró en 2000, ha tejido las dos ciudades en una sola región. 

El siguiente paso es vincularlos a Hamburgo con un túnel con dos vías de tren y una autopista de cuatro carriles bajo el estrecho de Fehmarn ("Fehmarnbelt" en alemán), explica Lars Friis Cornett, subdirector del próximo proyecto Fehmarnbelt, que pronto será el sitio de construcción más grande del continente. Esto crearía una nueva economía regional llamada "STRING".¿Por qué es necesario? Con sus rutas marítimas estrechamente interconectadas y las cadenas de suministro industriales, Copenhague y Hamburgo ya son una economía en muchos sentidos. Pero meterse entre ellos es una molestia. La ruta terrestre, tomada por cientos de camiones por día, es un viaje de seis horas. Hay un enlace al mar, pero esto también es tortuoso. Después del corto recorrido desde Copenhague hasta la costa sur de Dinamarca, el tren se ralentiza al entrar en el puerto de Rodby. En raíles especiales, ingresa en un ferry junto a los automóviles y camiones. Los pasajeros desembarcan y corren a la tienda a bordo (el alcohol y los cigarrillos solo se pueden vender en aguas alemanas, que representan solo 17 minutos del viaje). Después de una hora, el ferry atraca en Puttgarden y los pasajeros vuelven al tren, que sale en las vías alemanas y se dirige hacia Hamburgo. Todo el viaje entre las dos ciudades toma cuatro horas.

El proyecto Fehmarnbelt fue acordado por los gobiernos de Alemania y Dinamarca en 2007 y respaldado por las autoridades de planificación danesas en 2015. Ahora solo queda para los planificadores alemanes dar luz verde para 2020, cuando la construcción comience. A pesar de las protestas, los planificadores confían en que tendrán autorización para el próximo año. Financiado por el gobierno danés, que recuperará su dinero de los peajes, la construcción implicará hundir grandes secciones de unidades de túnel en el lecho marino; el "Principio de Lego", el Sr. Cornett lo llama. Cuando se complete en 2028, este será el túnel sumergido más largo del mundo. Con las mejoras asociadas de la carretera y el ferrocarril, reducirá el viaje en tren de Hamburgo a Copenhague a dos horas y 40 minutos. Los constructores esperan que el tráfico vial a través del estrecho en 2030 sea más del doble de lo que era en 2011.

Desde Hamburgo, el viaje inmediato hacia el sur es fluido en las autopistas y vías de tren de alta velocidad de Alemania. La bifurcación del carril del sur vía Berlín fue acelerada por una actualización reciente de líneas a través de Sajonia y Baviera septentrional. El 8 de diciembre, Angela Merkel se unió a otros dignatarios para un viaje en tren de menos de cuatro horas desde la capital alemana a Munich, en lugar de más de seis horas.Entonces, sin embargo, el viaje se ralentiza drásticamente. Desde Innsbruck, en Austria, el tren se acerca al Paso Brenner, a través del cual el 40% de todo el tráfico transalpino viaja a lo largo de una plataforma estrecha y empinada que serpentea a lo largo del costado de un valle. El tren va tan despacio que los pasajeros pueden observar las flores alpinas asomando por la nieve. No más de dos horas después de dejar Innsbruck, en Fortezza, en Italia, se acelera hacia abajo, la nieve da paso a los viñedos y las llanuras del valle del Po. Las carreteras no son mejores: 1 millón de camiones al año viajan a través del paso y los colapsos largos son comunes.

De ahí el inminente Túnel Brenner Base, financiado en un 40% por la UE y el resto por los gobiernos austríaco e italiano, que a 64km de Innsbruck a Fortezza será el más largo del mundo cuando se inaugure en 2026. Podría transformar el comercio intraeuropeo aumentando la cantidad diaria de trenes a través del pase de 240 por día a 591, la mayoría de los cuales transportan mercancías.Desde Fortezza, la velocidad aumenta gracias a la red ferroviaria italiana. Desde 2009, los elegantes trenes Frecciarossa y Frecciargento (flecha roja y plateada) han reducido los tiempos de viaje entre Milán y Nápoles de ocho horas a poco más de cuatro. Pero desde Nápoles la inversión se detiene. Hay un servicio lento, dos veces al día a Sicilia con un ferry desde Salerno, y uno al día desde Villa San Giovanni. El contraste con el norte de Europa es austero: el Estrecho de Messina es la mitad de ancho que el cruce de Oresund, pero un puente hacia Sicilia ha sido un destello en los ojos de los políticos durante décadas. La isla sigue siendo demasiado pobre para que sea económico construir un enlace de este tipo y operar trenes de alta velocidad a Palermo, su capital.

Eso es un recordatorio para los políticos europeos, que están preocupados por la reactivación de la división este-oeste. Esa ruptura tiene que ver con la política, un producto de la casualidad histórica. Es soluble. Pero la brecha norte-sur del continente es en muchos sentidos más profunda: implica barreras intransigentes como montañas altas y mares espumosos, así como profundas diferencias culturales y económicas. A su manera, el expreso Malmo-Palermo sería un logro político tan grande como su homólogo de París-Moscú.

Este artículo apareció en la sección de Europa de la edición impresa bajo el título "El expreso Malmo-Palermo"