martes, 1 de mayo de 2012

LA SUMISIÓN DEL SUMISO de Antonio Casares (Santander)


Vale, sí, vale, bien, lo que usted diga, 
acepto, ok, conforme, estoy de acuerdo, 
lo que usted haga siempre está bien hecho, 
lo que usted diga muy bien dicho está. 

Bájeme el sueldo más, me lo merezco, 
mándeme al paro, no, no me indemnice,

trabajaré de sol a sol de balde, 
seré su alfombra, su paciente esclavo. 

No tendré casa, no tendré un empleo, 
iré de puerta en puerta mendigando 
amor, trabajo, libertad, limosnas, 
subvenciones que no me darán nunca. 

Tengo esposa, hijos, hipoteca, 
debo la luz, el gas y la escalera, 
el banco me ha dado un ultimátum, 
y toda la familia está en el paro. 

La razón del patrón es lo primero, 
ninguna cosa tengo que objetar, 
los obreros no somos más que escoria 
y tenemos lo que nos merecemos. 

Mi mujer me ha dicho que me deja, 
los vecinos me apuntan con el dedo, 
los amigos me miran de soslayo, 
los enemigos ríen a mis espaldas. 

Seré un clochard, un vago, un vagabundo, 
y viviré debajo de los puentes, 
viendo pasar en sus descapotables 
a los que se enriquecen a mi costa. 

Me sentaré en los bancos de los parques, 
buscaré pan en los contenedores, 
caminaré descalzo entre cristales, 
me tenderé a soñar en los cajeros. 

Pasaré el invierno a la intemperie, 
dormiré entre cartones, como un réprobo, 
me lavaré la cara con la lluvia, 
el aire es gratis: sobreviviré. 

Seré como Rimbaud, dejaré Europa 
en las manos de quienes la raptaron, 
como un barco ebrio a la deriva 
por los desiertos y los continentes. 

Puede continuar haciendo números, 
yo solo soy un cero a la izquierda, 
si usted es un halcón, seré paloma, 
y las palomas siempre dicen sí. 

Qué bien me siento cuando le obedezco, 
qué bien estoy cuando me quedo al margen, 
qué tranquila me queda la conciencia, 
qué placer es estar en el infierno. 

Porque yo soy un probo ciudadano, 
yo soy aquel que nunca dice no, 
el que reniega de la rebeldía, 
el que abdicó de la revolución. 

Nunca diré que ustedes son basura, 
no romperé con furia los cristales, 
no haré constestatarias barricadas, 
jamás protestaré en una manifa. 

No pintaré los muros con grafittis, 
no escribiré su nombre en las paredes, 
no moriré quemándome a lo bonzo, 
me callaré lo mismo que los muertos. 

No usaré la violencia en ningún caso, 
no tiraré adoquines a la bofia, 
no morderé la yugular del rico, 
ni atracaré a los que nos atracan. 

No saldrá de mi boca una blasfemia, 
jamás proferiré ningún insulto, 
si me pide que aplauda, yo le aplaudo, 
y lameré su mano de rodillas. 

Y si prefiere que le lama el culo 
yo no pondré ningún inconveniente, 
lo que usted pida por esa boquita 
será como una orden para mí. 

Cuando me muera, que nadie me entierre, 
tírenme a la cuneta como un perro, 
que nadie rece, no quiero responsos, 
que nadie me escriba una elegía. 

Seré lo que usted diga, ya le digo, 
haré lo que usted quiere que le haga: 
sí, señor, sí bwana, sí mi amo, 
sí mi rey, sí mi príncipe, así sea.

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