sábado, 4 de julio de 2015

¿Por qué lo llaman socialismo cuando quieren decir tururú? – Paco Bello

Partamos de la definición aceptada.

Socialismo. Doctrina política y económica que propugna la propiedad y la administración de los medios de producción por parte de las clases trabajadoras con el fin de lograr una organización de la sociedad en la cual exista una igualdad política, social y económica de todas las personas.

Vayamos más allá, e incluyamos su derivado ‘demócrata’.

Socialdemocracia. Disidencia del marxismo, consistente sobre todo en rechazar la orientación revolucionaria de la lucha de clases, y en propugnar una vía democrática hacia el socialismo.

Una vez exhumado su significado desde el fondo de los olvidados diccionarios, ¿quién en su sano juicio seguiría llamando ‘socialista’ o ‘socialdemócrata’ a cualquiera de los personajes a los que hoy se insiste en validar como antagonistas por medio de la terminología política?

Hay que tener muchas ganas de comulgar con ruedas de molino (o memoria de pez) para tragarse el trampantojo ideológico actual. El caso es que parece que sí existe esa predisposición general, y que la aceptación (capitulación) es casi absoluta.

Los que ya empezamos a peinar canas, o los que ya han dejado de peinarlas, recordamos, como si fuera ayer si hacemos un esfuerzo, cómo era la España de principios de los ochenta. Y al margen de las diferentes particularidades de un país en el que de repente ya no legislaba la iglesia y en el que las opiniones dejaron de ser pecados, y los pecados dejaron de ser delitos (nuevo marco que dio vida a las diferentes ‘movidas’, de lo punk a lo pijiprogre y de lo cultureta a lo casposo), y más allá del genocidio de la heroína, uno recuerda un país que empezaba a querer ser otra cosa. No estábamos en la OTAN, no formábamos parte de la UE (CEE), no existía el euro, los sectores estratégicos eran de titularidad pública (incluso había un sector de banca pública más tarde fusionado como Argentaria para regalárselo a la familia Ybarra et al), los del PSOE tenían un discurso que para sí lo quisieran los radicales actuales, y la derecha era un poco más de derechas (digamos que tan clasista como ahora pero más patriota, y tan nacional-católica como Fernández Díaz) y algo menos neoliberal. La mujer empezó a incorporarse con fuerza al mundo del trabajo (pero el hombre no dejó de estar, y nadie sabe por qué, con tanta mecanización, hacían falta el doble de trabajadores en lugar de la mitad), no existía el IVA, había impuesto al lujo, contrato fijo, protección social, y una Magistratura de Trabajo que con solo mentarla ponía los pelos de punta al empresario más chulo del lugar. Y nos quejábamos, claro que sí, porque creíamos con todo fundamento y convicción, sin duda mucho más que ahora, que aquello era un desastre y que todo podía ser infinitamente mejor (hasta que se acabó con aquella juventud combativa y con sus redivivos abuelos).

No era solo en España, que seguía siendo el patito feo. El ‘Estado del bienestar’ y el de las libertades civiles se había desarrollado mucho a la sombra de la ‘amenaza’ soviética en toda Europa. Ahora parece que ese mundo nunca existió, y que por inescrutables razones para la plebe (eso se infiere que solo está al alcance de las privilegiadas mentes de los tertulianos reaccionarios y de los Rajoy & Co.), sin haber cambiado nada, ha cambiado todo, tanto, como para que parezca un desafío inaceptable que se convoque a referéndum en un país europeo si sus habitantes deben o no aceptar la austeridad (miseria) por decreto externo. No digamos ya lo que le parecería a algunos plantearse salir de la moneda única (como si el 90% de los países del mundo no fueran soberanos en esta materia).

Nos han tomado el pelo a fuego lento, y lo han hecho tan bien, que ya somos más conservadores que nuestros amos (sí, amos). Solo hay que ver cómo se convierte en la bicha (ETA) a los que hacen propuestas que ayer serían consideradas, siendo generosos, propias del conservadurismo democristiano: que paguen un poco más los que más tienen; que el que no tiene nada esté mínimamente protegido; que no se siga privatizando sanidad y educación; que mañana se puedan seguir cobrando pensiones y que no se sigan recortando derechos sociales y laborales. Unos radicales de tomo y lomo. El día que alguien proponga debatir salir de la OTAN y del Euro reinstauran la pena de muerte, y lo ejecutan sin juicio previo si pone además en cuestión la monarquía.

¿Dónde están los socialistas? A mí que me lo digan, que les votaré. Pero mientras tanto seguiré acordándome de la familia de aquel que me tome por gilipollas colocándole tan digno adjetivo a los bufones del capital.

“El socialista Pedro Sánchez”… hay que joderse.

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