
Hombres
libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y
oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre,
mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta;
lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la
sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.
La
moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad
feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido
las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de
lucha por otras nuevas.
La
época de la burguesía se distingue, sin embargo, por haber simplificado las
contradicciones de clase, la burguesía y el proletariado.
La
apertura de nuevos mercados, la manufacturación, la revolución industrial dio
paso a los burgueses modernos que crearon el mercado mundial desarrollando de
forma acelerada el desarrollo del comercio.
La
burguesía moderna es por sí misma fruto de un largo proceso de desarrollo, de
una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio.
Cada
etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acompañada del
correspondiente éxito político.
La
burguesía, después del establecimiento de la gran industria y del mercado
universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del Poder político en el
Estado representativo moderno. El gobierno del Estado moderno, no es mas que
una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.
Donde
quiera que ha conquistado el Poder, la burguesía ha destruido las relaciones
feudales, patriarcales, idílicas, floreciendo como único vinculo entre los
hombres el frio interés, el cruel “pago
al contado”.
Ha
hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio, quedando únicamente la
libertad de comercio, estableciendo una explotación abierta, descarada directa
y brutal.
La
burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los
instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y
con ello todas las relaciones sociales.
Mediante
la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a
la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los
reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional.
En
lugar del antiguo aislamiento y de las regiones y naciones que se bastaban en sí
mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal
de las naciones. Y esto se refiere a
todo tipo de producción, tanto la material como a la intelectual.
La
burguesía a subordinado el campo a la ciudad, a subordinado los países barbaros
a los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el
Oriente al Occidente.
La
burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción,
de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los
medios de producción y concentrando la propiedad en manos de unos pocos.
Desde
hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que
la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las
relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su
dominación.
En
la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, se
desarrolla también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no
viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente
mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a venderse
al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta,
por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones
del mercado.
El
obrero se ha convertido en un simple apéndice de la maquina, y solo se le
exigen operaciones más sencillas, mas monótonas y de más fácil aprendizaje. Por
tanto, lo que cuesta hoy en día un obrero se reduce poco más o menos a los
medios de subsistencia indispensables para vivir. Pero el precio del trabajo
(el obrero, según Marx, no vende su
trabajo sino su fuerza de trabajo), como el de toda mercancía, es igual a su
costo de producción. Por consiguiente, cuanto más fastidioso resulta el
trabajo, más bajan los salarios. Más aún, cuanto más se desenvuelven el
maquinismo y la división del trabajo, más aumenta la cantidad de trabajo, bien
mediante la prolongación de jornada, bien por el aumento del trabajo exigido en
un tiempo dado, la aceleración del movimiento de las maquinas, etc.
Cuanto
mayor es el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción en que
el trabajo de los hombres es suplantado por el de las mujeres y los niños. Por
lo que respecta a la clase obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda
significación social. No hay más que instrumentos de trabajo, cuyo costo varía
según la edad y el sexo.
Una
vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su
salario en metálico, se convierte en victima de otros elementos de la
burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.
La
burguesía vive en lucha permanente; al principio, contra la aristocracia;
después, contra aquellas fracciones de la misma burguesía, cuyos intereses entran
en contradicción con los progresos de la industria, y siempre, en fin, contra
la burguesía de todos los demás países. En todas esas luchas se ve forzada a
apelar al proletariado, a reclamar su ayuda y a arrastrarle así al movimiento
político. De tal manera, la burguesía proporciona a los proletarios los
elementos de su propia educación, es decir, armas contra ella misma.
De
todas las clases que se enfrentan con la burguesía, solo el proletariado es una
clase verdaderamente revolucionaria.
Las
capas medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, luchan contra la
burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son
pues revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya
que pretenden volver atrás la rueda de la historia.
Los
proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que
hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente.
Por
su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la
burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de
cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía.
La
existencia de la burguesía es incompatible con la de la sociedad.
La
condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es
la acumulación de la riqueza en manos de particulares, la formación y el
acrecentamiento del capital. La condición de existencia del capital es el
trabajo asalariado. El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la
competencia de los obreros entre si.
El
desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases
sobre las que está produce y se apropia lo producido. La burguesía produce,
ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del
proletariado son igualmente inevitables.
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