domingo, 19 de febrero de 2012

LUCHA DE CLASES

La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días, es la historia de las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.
La época de la burguesía se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase, la burguesía y el proletariado.
La apertura de nuevos mercados, la manufacturación, la revolución industrial dio paso a los burgueses modernos que crearon el mercado mundial desarrollando de forma acelerada el desarrollo del comercio.
La burguesía moderna es por sí misma fruto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio.
Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acompañada del correspondiente éxito político.
La burguesía, después del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del Poder político en el Estado representativo moderno. El gobierno del Estado moderno, no es mas que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.
Donde quiera que ha conquistado el Poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas, floreciendo como único vinculo entre los hombres  el frio interés, el cruel “pago al contado”.
Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio, quedando únicamente la libertad de comercio, estableciendo una explotación abierta, descarada directa y brutal.
La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales.
Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional.
En lugar del antiguo aislamiento y de las regiones y naciones que se bastaban en sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere  a todo tipo de producción, tanto la material como a la intelectual.
La burguesía a subordinado el campo a la ciudad, a subordinado los países barbaros a los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.
La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrando la propiedad en manos de unos pocos.
Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación.
En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, se desarrolla también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado.
El obrero se ha convertido en un simple apéndice de la maquina, y solo se le exigen operaciones más sencillas, mas monótonas y de más fácil aprendizaje. Por tanto, lo que cuesta hoy en día un obrero se reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir. Pero el precio del trabajo (el obrero, según Marx,  no vende su trabajo sino su fuerza de trabajo), como el de toda mercancía, es igual a su costo de producción. Por consiguiente, cuanto más fastidioso resulta el trabajo, más bajan los salarios. Más aún, cuanto más se desenvuelven el maquinismo y la división del trabajo, más aumenta la cantidad de trabajo, bien mediante la prolongación de jornada, bien por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración del movimiento de las maquinas, etc.
Cuanto mayor es el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción en que el trabajo de los hombres es suplantado por el de las mujeres y los niños. Por lo que respecta a la clase obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda significación social. No hay más que instrumentos de trabajo, cuyo costo varía según la edad y el sexo.
Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su salario en metálico, se convierte en victima de otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.
La burguesía vive en lucha permanente; al principio, contra la aristocracia; después, contra aquellas fracciones de la misma burguesía, cuyos intereses entran en contradicción con los progresos de la industria, y siempre, en fin, contra la burguesía de todos los demás países. En todas esas luchas se ve forzada a apelar al proletariado, a reclamar su ayuda y a arrastrarle así al movimiento político. De tal manera, la burguesía proporciona a los proletarios los elementos de su propia educación, es decir, armas contra ella misma.
De todas las clases que se enfrentan con la burguesía, solo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria.
Las capas medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son pues revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia.
Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente.
Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía.
La existencia de la burguesía es incompatible con la de la sociedad.
La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento del capital. La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre si.
El desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre las que está produce y se apropia lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables.

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