lunes, 3 de octubre de 2016

Por qué no hay democracia en España (El regalito de Franco) - Javier Cortines

¿Por qué no hay democracia en España? ¿Porque los políticos la han secuestrado? ¡No! ¿Porque nos han robado el voto tras tomarnos por estúpidos? ¡No! ¿Porque nos engañan, al estilo Bancaraña, tras prometernos el sol y la luna? ¡No! ¡No! ¡No!.

En España no hay democracia porque ésta es un regalo de Franco, no una conquista del pueblo que, unido bajo una bandera, se rebeló contra la dictadura y acabó con ella definitivamente

Franco, que tenía el don de la omnividencia (hasta hace poco sólo atribuido a Dios), y veía el futuro sin necesidad de frotar bolas de cristal o ingerir hongos alucinógenos, ya dejó claro antes de irse Al Más Allá, que “todo está atado y bien atado” y, haciendo alarde de sus dotes visionarias, bosquejó algo que se llamaría “asociaciones políticas” y que fueron el embrión de lo que ahora conocemos como partidos políticos. De éstos, pasado un tiempo, crecieron como montañas el PP y el PSOE, que con la estrella polar de la Corona, nos llevaron “al mundo feliz”.

En este sentido – cosa que aún no han estudiado a fondo los amantes de Clío- , lo que hizo Franco fue emular al Cid Campeador pues, díganme ustedes, ¿Quién, teniendo ya una pata en el otro mundo, es capaz de donar su espíritu y su imagen, (más venerada de lo que se cree hoy), a millones de seguidores que de la noche a la mañana se hicieron centristas, socialistas y otra cosa que, nacida de la nostalgia, acabó llamándose PP.

Ni el PP ni el PSOE supieron entender y respetar al pueblo, siguieron infantilizándolo, inculcándolo el Síndrome de Peter Pan. En un intervalo de cuarenta años (1975-2015) -del que sólo se salvan sus comienzos-, nos faltó la voz de J. J. Rousseau, quien escribió, dirigiéndose a los franceses: Sort de l´enfance, ami, réveille-toi! (Sal de la infancia, amigo, despierta ya! 

PP y PSOE en vez de respetar al pueblo, siguieron infantilizándolo

Ya en plena crisis, cuando el pueblo español estaba sumido en la más profunda decepción por tanta promesa incumplida, por tanto programa diseñado sólo para ganar las elecciones (algunos admiradores de Proust lo llamaban desencanto), Bancaraña se hunde y es rescatada con decenas de miles de millones de euros (que el pueblo tendrá que pagar con sus impuestos durante veinticinco años más o menos, según los expertos).

Y vuelve a cantar ¡Quiquiriquí! el Noble Gallo Beneventano, al descubrir como crecen brotes verdes, y pillan al rey Juan Carlos cazando elefantes en Botswana, espectáculo sólo comparable a los taconazos de la duquesa de Alba bailando flamenco el día de su boda con el flamante Alfonso Díez Carabantes. El esperpento nos persigue. Volvemos a oír a Valle Inclán y escuchamos cabreados su famosa sentencia, en boca de Iñaki Gabilondo: España es una deformación grotesca de la civilización.

Ahora que la exclusión social, el trabajo precario, la pobreza y, sobretodo, las grandes desigualdades sociales claman al cielo, voy a explicar, poniendo el ejemplo de Corea del Sur, por qué en ese país asiático hay democracia y por qué allí los gobernantes respetan al pueblo.

Tras la guerra civil coreana (1950-1953) que terminó con un armisticio (no con un acuerdo de paz), el régimen comunista del Norte se cerró como una ostra, y el Sur, tras una serie de altibajos, fue degenerando en una dictadura militar que gobernó con mano de hierro durante veinte años con el apoyo de Estados Unidos.

Cuando yo llegué a Seúl en 1985 para trabajar como periodista, gobernaba el general Chun Doo Hwan, quien reprimió las revueltas estudiantiles de la ciudad Kwangju, en agosto de 1980, con un balance de 200 muertos, la mayoría universitarios, miles de heridos, y la detención de todos los líderes opositores, entre ellos Kim Dae Jung, a quien tuve el honor de entrevistar cuando se encontraba bajo arresto domiciliario.

Aquella matanza y la represión política de la dictadura desencadenó durante siete años graves manifestaciones en todo el país, con las subsiguientes batallas campales que dieron la vuelta al mundo, lo que acabó fraguando el alzamiento civil del 10 de junio de 1987 cuando millones de personas se echaron a las calles de Seúl dispuestas a derrocar, al precio que fuese, al general Chun Doo Hwan.

La represión política de la dictadura desencadenó en Corea del Sur graves manifestaciones

El ministro presbiteriano Moon Ik-hwan (1918-1994), patriarca de la Iglesia Protestante de Corea, alentó las revueltas de la Universidad Nacional de Seúl (la más importante del país), donde varios estudiantes se inmolaron a lo bonzo, y pronto se unieron a la lucha todas las confesiones religiosas y de otra índole encabezadas, entre otros, por reconocidos líderes budistas, confucionistas y taoístas. Los templos ¡escuchad! los templos bajaron a la calle y los monjes se convirtieron en guerreros del pueblo.

Cerca de dos millones de estudiantes, trabajadores, amas de casa, intelectuales, niños, ancianos, empresarios solidarios con sus hijos, políticos opositores y eclesiásticos, formaron un descomunal tsunami humano que avanzó con la furia de una tempestad por la principal avenida de la capital, Chongno-Ga, dispuesto a prender fuego, son su inquilino dentro, La Casa Azul, residencia del dictador.

Se vivieron momentos espeluznantes. La multitud forcejeó con una aguerrida barrera de decenas de miles de policías y soldados que, armados al estilo de los monigotes de la Guerra de las Galaxias, sólo tenían dos opciones: o disparar contra los sublevados, o hacer un pasillo y ponerse a su lado. Al final el Ejército y la policía, que tantos trabajos sucios habían hecho al dictador, recobraron la razón y dieron luz verde a “los insurgentes” al comprender que ellos también eran parte del pueblo. ¡El Ejército, la Policía y la Iglesia apoyando la revuelta! ¡Jamás había visto cosa igual!

Cuando una avanzadilla, con antorcha en mano, se aproximó a las puertas de la Casa Azul con la determinación de prenderla fuego, un helicóptero aterrizó en los jardines del palacio y se llevó al dictador, sobrevolando el cielo de Seúl, a un templo budista perdido entre las cumbres de las montañas, donde el general suplicó perdón llorando, y asilo para evitar su linchamiento.

El pueblo coreano conquistó la democracia y por eso ahora sus gobiernos le respeta

Pasados unos meses Chun Doo Huan, (que acaba de cumplir 84 años) se afeitó la cabeza en el templo y dijo que, leyendo el Tripitaka (escrituras sagradas), había alcanzado la iluminación. En 1996 fue condenado a muerte, pero su gran adversario, el presidente electo Kim Dae Jung, le perdonó la vida en un gesto que nos recuerda a Nelson Mandela.

El pueblo coreano conquistó la democracia, nadie se la regaló, por eso ahora sus gobiernos le respetan y escuchan muy en serio la voz de la calle. Por eso ahora, los políticos de ese país se lo piensan dos veces antes de tomar medidas anti-populares, como ir a una guerra, por ejemplo, con la oposición del 90% de la ciudadanía, como ocurrió en España en el caso de Irak.

¡Queridos lectores y lectoras! Los Hunos os dirán que SÍ, que hay democracia en España, los Otros, que NO, que lo que tenemos es una democracia raquítica. No hagáis caso ni a los Hunos ni a los Otros, sacad vuestras propias conclusiones leyendo el Gran Libro de la Vida. Schopenhauer decía que había dos clases de personas: las que tienen pensamientos propios, y las que tienen pensamientos de segunda mano, prestados. Las que piensan por sí mismas, desde uno mismo, y las que piensan a través de los otros, desde los otros. Yo prefiero lo primero ¿Y vosotros?.

No hay comentarios:

Publicar un comentario