jueves, 19 de septiembre de 2013

Pensamientos en voz alta de un indignado de la clase trabajadora

Cada día me duele más el estomago de las nauseas que me producen las noticias, sobre todo las nacionales, ya que me ha tocado vivir en este país de pandereta donde la Ley es un mero títere al servicio del mejor postor, y donde la impunidad ante la corrupción está en el orden del día.

Me sorprende la gente que cada día es más impasible a lo que le están haciendo a la clase trabajadora. No se dan cuenta de que estamos inmersos en una pura y dura lucha de clases, en la que dé ante mano, la clase obrera se ha bajado los pantalones como muestra de resignación y sumisión ante la clase capitalista.

No puedo entender como la gente sale de trabajar, más horas y peor pagadas que nunca , para postrarse a ver cualquier reality show frente a su televisor o que se parapeta en la barra del bar de la esquina, si al hurgarse el bolsillo encuentra algún euro despistado que le permita tomarse un quinto, para comentar el partido del fin de semana, donde al igual que en el esplendor romano con sus circos de gladiadores, está entretenido el populacho,  con la herramienta de distracción del poder para tener al pueblo  alejado de la cruda realidad y poder mangonearnos tranquilamente. 

No concibo ver, los fines de semana, la ola de jóvenes haciendo botellón como única forma de diversión, con la finalidad de emborracharse para evadirse de la realidad, o ni tan siquiera por eso, quizás solo basta un “porque si”, viéndolos deambular como los personajes de ficción de la serie walking dead, con la mirada perdida en la lejanía.

No acepto cuando los ineptos de los que dirigen el país están al servicio de sus propios intereses y los de las grandes fortunas, haciendo alarde de que gobiernan porque la mayoría de españoles los han votado, incluso sabiendo que es cierto, ya que la mayoría de este país, sin criterio político ni memoria histórica, dieron el voto a la derecha, porque según la mayoría iban a solucionar los problemas que les afectaban. ¿Como se puede ser tan ciego o estúpido?.
Me indigno ante las claras injusticias que toleran y promulgan los hijos de la gran puta que juegan con las vidas de mucha gente. Ya son muchas las cosas que han hecho para acabar con la clase trabajadora, recortes en sanidad, el educación, el seguridad pública, reforma laboral, recorte en las pensiones, mientras siguen llenándose los bolsillos de forma descarada, y siguen impasibles ante el desespero que lleva a mucha gente a quitarse la vida.
Me pone de muy mala leche los indultos del ministro de justicia jugando a ser Dios desde su ignorancia e hipocresía. Los políticos que han hecho de la política su gran negocio para enriquecerse a todo trapo. Los premios que la empresa privada otorga a los que en su día les echaron un cable con sus pretensiones desde su parcela de poder. Sin ir más lejos, el último ejemplo, el caso del Sr. Rato, que tras su paso por Bankia donde miles de españoles perdieron sus ahorros, tras ser engañados con sus juegos malabares, telefónica lo premia con su incorporación como consejero para Latinoamérica y Europa y el Sr. Botín, uno de los grandes capos del país, lo reincorpora al consejo internacional del Banco de Santander.

Me cabrea como se juega con el sentimiento de los catalanes por parte de los herederos de las grandes familias de Cataluña, la derecha pura y dura, para crear cortinas de humo y disimular el expolio que nos están haciendo en nuestras propias narices.
Me siento tan mal de lo que ocurre en este país y de la parsimonia con que la mayoría lo acepta, como si fuera lo más normal del mundo que me duele la sangre, y digo la sangre, porque el alma hace más tiempo que me duele.
Me duele desde que tengo uso de razón y soy conocedor de que existen 65.000 personas que mueren a diario de hambre en el mundo, de los intereses económicos que alimentan las guerras, de la inutilidad de la OTAN, de los falsos profetas que justifican las barbaridades escudándose en las religiones, en cómo se está destruyendo día a día el legado de nuestra madre tierra, de la violencia por la violencia, de tantas y tantas cosas fruto de nuestra especie.

Siendo vergüenza de la condición humana, y en consecuencia siento vergüenza de mi mismo por no haber cogido el viejo fusil del abuelo, enterrado en el polvo del desván para limpiarlo, cargarlo y alzarlo desde las barricadas en pro de la lucha por la justicia de los más desfavorecidos, los de siempre, la clase obrera, porque puedo tener mis dudas de lo que soy con respecto a mi bandera, ya que ni ser español, catalán, europeo o ciudadano del mundo me consuela o me motiva, y menos me enorgullece.Solo sé que soy uno más de tantos trabajadores, y tengo claro a qué clase pertenezco, y porque luchar, como lucharon mis antepasados,… para subsistir ante el ataque despiadado de un sistema que está arruinando nuestra calidad de vida, nuestra dignidad y nuestra condición de clase trabajadora.

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